En el verano de 1910 Alma habría ido a reposar a un balneario en Tobelbad, cerca de Graz, en Austria, mientras Mahler la esperó en su casa de verano en Toblach para componer.
En ese balneario, Alma se enamoró perdidamente del joven arquitecto Walter Gropius, que años más tarde fundaría la famosa Bauhaus.
Tras la aventura, Alma volvió a Toblach, pero no pudo evitar que Gropius le escribiera apasionadas cartas.
El 29 de Julio de 1910, Mahler recibe una de ellas por error, al descubrir la infidelidad de su amada esposa, obligó a Alma elegir entre ambos.
Ella confesó entonces que no pensaba abandonarlo. (Sin embargo, ella continuó con el romance con Gropius por correo)
Mahler quedó devastado por el engaño, como reflejan los delirios garabateados al margen de la partitura de los últimos movimientos de la Décima sinfonía: “¡Oh Dios mío, por qué me has abandonado!… El Diablo baila conmigo… ¡Locura, tómame y hazme olvidar que existo!” o “¡Vivir por ti! ¡Morir por ti! ¡Almschi!”.
Enfermo del corazón y aquella terrible experiencia mermó su voluntad de vivir y murió 10 meses más tarde.